Científicos elaboran método que permite determinar el clima del pasado en base a hielo antártico

Ocho años de estudio y cinco campañas en el Continente Blanco fueron necesarios para que un equipo multidisciplinario lograse validar al hielo como un indicador de condiciones ambientales pasadas, presentes y futuras en una zona de alto interés científico planetario: la Península Antártica.

Por María José Marconi.

Los perjudiciales efectos del calentamiento global han sido particularmente notables en la Península Antártica, convirtiéndola en un importante laboratorio para estudiar la evolución y tendencias del clima a nivel mundial, pero dadas las condiciones extremas de la zona, existen escasos e insuficientes registros meteorológicos.

Así, el hielo antártico fue postulado como una suerte de sensor de los cambios a escala climática; sin embargo, al no poder hacer una lectura directa de éste, los datos han resultado muy difíciles de interpretar para la comunidad científica.

En este complejo escenario, un equipo multidisciplinario de expertos en geofísica, meteorología, glaciología y estadística estudió en terreno el extremo norte de la Península entre 2008 y 2015. A lo largo de cinco campañas, recogieron muestras de hielo –junto con los datos meteorológicos y geofísicos pertinentes- para estudiar su composición química y así analizar la variación de las temperaturas.

El estudio fue liderado por el geólogo Francisco Fernandoy, investigador de la Universidad Andrés Bello sede Viña del Mar, y recientemente publicado en la revista The Cryosphere. El extenso artículo ratifica al hielo como un verdadero “termómetro” e indicador de condiciones ambientales. “La publicación de esta investigación valida científicamente que el estudio químico del hielo es un indicador de temperatura y, por lo tanto, puede usarse como un código para reconstruir las condiciones del clima del pasado”, señala Fernandoy.

Trabajo de campo

Durante los ocho años que duró la investigación, el equipo extrajo más de 10 cilindros (“testigos”) de hielo de hasta veinte metros de profundidad, en un gradiente altitudinal que va desde las cercanías de la base antártica chilena Bernardo O’Higgins, en la costa oeste de la Península Antártica, hasta los 1.130 metros sobre el nivel del mar en la meseta Plateau Laclavère.

Cada testigo de hielo fue conservado y transportado, primero a la base Escudero del Instituto Antártico Chileno en la Isla Rey Jorge, y luego procesado en salas frías especialmente acondicionadas en Viña del Mar. Finalmente, fueron analizadas en los laboratorios de isótopos estables de la UNAB y del Alfred Wegener Institut en Alemania, donde se procesó cada una de las capas de hielo estacionales.

Ahora bien, ¿de qué manera es posible “leer” información a partir de un trozo de hielo? Fernandoy explica que el análisis se basó en la medición de los isótopos estables, es decir, marcadores químicos que indican la energía presente en el ambiente desde que el agua de mar se evaporó y formó las nubes, hasta que precipita y se convierte en hielo acumulado en capas. “Una mayor cantidad de isótopos pesados es señal de una mayor temperatura, y viceversa”, indica.

La proporción isotópica de las muestras se comparó con los registros meteorológicos obtenidos in situ y también en las bases de datos públicos. Tras este trabajo, se logró finalmente validar que el estudio de isótopos estables de hielo -en conjunto con los datos meteorológicos- permite reflejar las variaciones de las condiciones ambientales pasadas, y con ello, construir un modelo capaz de proyectar el clima actual y futuro.

Pasos siguientes

Los testigos de hielo recolectados en este estudio permiten extraer información de hace unas cuantas décadas, abriendo la posibilidad de aumentar la profundidad de los “testigos” y su potencial para el estudio paleoclimático de los últimos siglos. “El plateau Laclavère, en la Península Antártica, es candidato para la futura extracción de un testigo de hielo de mayor profundidad, para leer el clima hasta cientos de años hacia atrás”, indica Fernandoy.

Así, el grupo de investigadores pertenecientes a la Universidad Andrés Bello, Universidad de Chile, British Antarctic Survey, Universidad de Magallanes, Pontificia Universidad Católica de Chile y el Centro de Estudios Avanzados en Zonas Áridas, en colaboración con profesionales del Alfred Wegener Institut y la Universidad de Bremen de Alemania, no solo aportan nuevos datos de la zona, sino que también caracterizan con extrema precisión un período de tiempo que, aunque breve a escala climática, sienta las bases para futuros estudios y posibilitan el re-análisis de muestras ya extraídas de una región centinela del cambio global.

Este estudio, financiado por FONDECYT y apoyado por el Instituto Antártico Chileno (INACH), las instalaciones logísticas de la Fuerza Aérea de Chile y el Ejército, examina uno de los registros más completos de las condiciones ambientales y glaciológicas en el norte de la Península Antártica. Los datos generados serán también reportados a iniciativas globales como la red Past Global Changes (PAGES) y el Tropical to Polar Connections Institute.