Universidades chilenas comienzan a incorporarlos: Simuladores de animales se convierten en aliados en la enseñanza de veterinaria

El Mercurio, 15 de agosto de 2013.-  Aprender a inyectar, hacer maniobras de resucitación o atender el nacimiento de un ternero hoy se puede aprender con realistas maniquíes de perros, yeguas y vacas.

Paula Leighton N.

Emily está sobre la camilla lista para una radiografía, en otra camilla alguien realiza una maniobra de resucitación a Goldie, un labrador que acaba de tener un paro cardíaco, y, un poco más lejos, Jerry respira dificultosamente, mientras sus veterinarios se preparan para conectarlo a un ventilador mecánico. Sin embargo, nadie se conmueve con la suerte de estos animales. Y es que, en realidad, no son más que peluche, plástico, silicona y cables estratégicamente ubicados.

A estos simuladores de perros se suman gatos con venas y pulmones para ensayar procedimientos de cuidados críticos, perros con abdomen de gel de alta densidad para ensayar suturas, una vaca preñada, con sus cuatro estómagos y ubres que dan leche, y una yegua con sistema reproductivo y digestivo. Todos ellos hoy son parte de la enseñanza de futuros veterinarios chilenos.

Sin sufrimiento

“La razón fundamental para emplear estos fantomas o simuladores es que buena parte de las habilidades médicas que se necesitan en la carrera de Veterinaria se adquieren por repetición. Con estos modelos, el estudiante puede aprender procedimientos, tales como tomar una muestra de sangre o instalar una cánula o una vía endovenosa haciendo múltiples repeticiones y sin causar dolor innecesario a un animal real”, explica el doctor Rodolfo Paredes, director de la Escuela de Medicina Veterinaria de la Universidad Andrés Bello, donde cuentan con simuladores de perros, gatos y partes de estos para la formación de pregrado.

El uso de animales simulados es una tendencia que “responde a regulaciones de la Organización Mundial de Sanidad Animal, que establece competencias mínimas para los alumnos de pregrado, que deben lograrse con el menor sufrimiento animal”, agrega la doctora Macarena Vidal, directora de la Escuela de Veterinaria de la Universidad Mayor. En esta casa de estudios, además de simuladores de perros y gatos, cuentan con una yegua y una vaca preñada a escala real para el aprendizaje anatómico, reproductivo y clínico de sus alumnos.

“En el caso de la yegua, al tacto los órganos son muy similares a los reales y es posible simular patologías inflándolos o provocando torsiones, de manera que el alumno pueda palparlos por vía rectal”, ejemplifica la doctora Patricia Rodríguez, profesora de semiología equina y técnicas quirúrgicas en animal mayor.

Aunque los animales no llegan a ser réplicas 100% iguales a un animal vivo, los profesores coinciden en que usando estos modelos, los alumnos pierden parte importante del temor y nerviosismo naturales al enfrentar a sus primeros pacientes.

“Hemos visto que con el número de repeticiones que hacen se genera una habilidad y seguridad que mejora sus probabilidades de hacer correctamente el procedimiento al enfrentarse por primera vez a un animal real”, dice Paredes.

Asimismo, con el uso de simuladores la evaluación de los alumnos se estandariza, dice la doctora Beatriz Zapata, coordinadora de la Unidad de Etología y Bienestar Animal de la U. Mayor. “A diferencia de un animal, que puede reaccionar en distinta forma, el simulador responde siempre igual, así que la evaluación de todos los estudiantes es más justa”, destaca.

CostosEntre $400 mil y $1,3 millones puede costar un simulador de gato o perro para docencia. Comprar animales vivos, construirles instalaciones y mantenerlos puede salir tanto o más caro en el largo plazo.

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