Lo que inventan las científicas y que nadie sabe

Revista Paula, 9 de noviembre de 2013. – Científicas: cocinan, limpian, ganan el premio Nobel (y nadie se entera). Así tituló la doctora en química argentina, Valeria Edelsztein, el libro que escribió sobre las mujeres científicas que a pesar de sus logros siguen siendo unas perfectas desconocidas. Invitada recientemente a la Primera Conferencia Científica organizada por la UNAB, cuenta que hoy busca atraer el interés general en la ciencia usando recetas de cocina y remedios caseros.

Por Marcela Gómez / Ilustración: Pablo Farías

Esto es lo que le pasa habitualmente a la argentina Valeria Edelsztein (31 años), doctora en Química y posdoctorada en síntesis de sondas fluorescentes, en sus charlas sobre ciencia: primero le pide a la audiencia imaginar un científico y escucha las risas cuando pasados unos segundos les dice: “Todos pensaron en un hombre con delantal blanco, lentes y canas”. Después les pide nombrar a una científica y ante las caras inexpresivas, comenta que seguramente la mayoría no conoce a ninguna y solo algunos pensaron en Marie Curie.

Para ella, estas han sido razones más que suficientes para escribir su libro Científicas: cocinan, limpian, ganan el premio Nobel (y nadie se entera), que ganó el premio Ciencia Que Ladra a la divulgación científica en Argentina. Pero no es lo único que esta investigadora en química orgánica ha hecho por hacer de la ciencia algo entretenido y más fácil de entender. Y, de paso, despertar vocaciones científicas.

Aparte de las charlas, estuvo en un programa de TV y es columnista de medios en su país. También escribió un libro sobre las bases científicas de los remedios caseros y usa las recetas de cocina para explicar cómo la ciencia está en la vida diaria. Un camino que no ha sido fácil y que le ha valido cierta incomprensión entre sus colegas.

¿Cuáles son los logros que no conocemos de las científicas?
Cosas absolutamente cotidianas como el liquid paper y el limpiaparabrisas son inventos de mujeres. Entre las científicas geniales, mi número uno es Ada Lovelace, que hizo un lenguaje de computación en 1843, cien años antes que se crearan las computadoras. También está Hedy Lamarr, primero actriz de cine y luego inventora del sistema de espectro expandido que hoy hace posible que tengamos el wi-fi, bluetooth y comunicación inalámbrica. Y la gran olvidada: Rosalind Franklin, que tomó la famosa “foto 51” que permitió establecer que el ADN tiene forma de doble hélice y que fue el fundamento para el premio Nobel de Medicina 1962 concedido a tres colegas hombres. ¡Y ni siquiera la mencionaron!

¿Son discriminadas las mujeres en el mundo de la ciencia?
Ya no estamos a la sombra: podemos ir a la universidad, trabajar a la par de los hombres y acceder a cargos de liderazgo. Lo que falta es cómo lograr que una científica que tiene hijos siga haciendo lo que le apasiona sin ver su carrera perjudicada, porque en las evaluaciones la maternidad no siempre se tiene en cuenta.

Comenzaste a escribir tu libro sobre remedios caseros cuando estabas embarazada ¿Por qué?
La idea original era contar cómo llegaba un remedio de la naturaleza a la farmacia. Pero con el embarazo me daban náuseas y recibía muchos consejos, lo que me dio la idea de investigar cuánto hay de ciencia detrás de los remedios caseros.

¿Y qué encontraste?
La mayor sorpresa es que la mayoría tiene una base científica, aunque algunas cosas se exageraron tanto que se convirtieron en mitos. Por ejemplo lo que pasa con la zanahoria y la visión: comer kilos de zanahoria no nos va a sacar los anteojos.

¿Se relacionan estos remedios con las recetas de cocina, que también usas en tus charlas?
Claro, en ambos hay una historia oral entre mujeres que hace 40 o 50 años era muy fuerte; ahora se diluyó un poco. Hay ahí una carga de prueba y error a lo largo de los años que les debemos a nuestras abuelas y bisabuelas.

¿Dónde está la ciencia ahí?
Todos los químicos son cocineros y todos los cocineros, químicos. La diferencia es que tú puedes saber el truco para enfriar rápido una cerveza (sumergirlas en cuatro partes de hielo y una de sal), pero no sabes por qué la temperatura baja hasta menos 20 grados. La cocina es el laboratorio por excelencia. De hecho, en el secundario a los chicos deberíamos mostrarles por qué se puede cocinar un huevo con alcohol en vez de enseñarles la tabla periódica. Esas preguntas llevan a la experimentación y les abren la mente.

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